*Librito con un escrito sobre el Camino, diseñado e impreso por nuestra voluntaria Sonia, que lo ofreció a tod@s.
¡El sábado pasado nos reunimos de nuevo para experimentar el espíritu de la generosidad!
La excusa fue servir comida sin expectativas, sin precio fijo. El nombre del experimento es Karma Kitchen, o, como decimos en la parte del planeta que llamamos España: Cocina con Karma.
Desde hace años, algunos voluntari@s soñamos con la posibilidad de mezclar las iniciativas comunitarias locales con el Camino de Santiago, la antigua peregrinación que recorre nuestra tierra, y en uno de nuestros últimos retiros, surgió la idea de colaborar con un albergue que ha empezado a gestionar una amiga. A través de Miki (que ahora trabaja allí) y de Quique, que es amigo de Silvia (la persona que lleva el albergue), pudimos plantar las semillas para que esto sucediera! Silvia aceptó llena de confianza, y esto se manifestó claramente en la forma en que nos permitió usar el espacio, dándonos libertad para utilizar el albergue/restaurante de la manera que pide la naturaleza de Karma Kitchen. Realmente nos sentimos como en casa, ¡gracias Silvia! :). Ni siquiera quiso cobrarnos una cifra concreta por el «alquiler» del espacio, una de esas micro-experiencias que nos permitieron vislumbrar lo que es Karma Kitchen; la generosidad, la confianza, y el amor son algo natural en nosotr@s, pero a veces estamos condicionados a relacionarnos con los demás de forma transaccional, y Karma Kitchen cuestiona algunos de esos paradigmas dominantes, como experimentamos también repetidas veces en esta ocasión.
Antes del evento, algunos de nosotr@s nos reunimos para diseñar el menú y comprar la comida, mientras otros empezaban a preparar las comunicaciones y los carteles, etc.
Siempre que hacemos este tipo de eventos, hay una sensación de incertidumbre que empieza a transmutarse en confianza cuando comienza a llegar gente de todo tipo: profesores universitarios, agricultores locales, voluntarios, gente de otras ciudades, servidores internacionales, vecinos del pueblo, etc. La incertidumbre se transforma en tranquilidad y en una sensación de ‘conocimiento’, conocimiento de que con la intención correcta en el corazón (y los esfuerzos amables de muchos), todo funcionará de la mejor manera posible.
En el proceso de organización de esta Cocina con Karma, seguimos encontrando generosidad, como la de Barbel, que ha puesto en marcha una panadería ecológica en Urrez, y que decidió que también quería contribuir y no cobrarnos el coste normal de su fabuloso pan! ¡Otro micro-momento de amor inesperado! ¡Gracias Barbel!
También tuvimos maravillosos voluntarios que dedicaron muchas horas sólo por el placer de hacerlo, o gente que vino de otras ciudades sólo para echar una mano y pasar su fin de semana libre sirviendo comidas con nosotros, o mamá Conchi, que dedicó horas y horas a preparar el menú y a ofrecer su tiempo como columna vertebral silenciosa para que todo esto fuera posible, o Sonia que diseñó un librito con escritos sobre el Camino para regalar!
Esos hilos de amor se fueron haciendo visibles también durante el evento, donde nos encontramos con personas como Felisa, del pequeño pueblo de Agés. Felisa ha estado muy enferma durante un tiempo, y ahora afortunadamente se encuentra mejor. Es la persona que enseña la iglesia de Agés a los peregrinos cuando pasan por su pueblo. Una de las camareras se dio cuenta de que Felisa no había cenado y se había ido del local. Al cabo de un rato volvió dispuesta a hacer una aportación. Dijo: «No he cenado porque he comido antes de venir, pero me ha encantado el ambiente y el espíritu de este evento, y quería aportar mi granito de arena para que esto siga ocurriendo, por eso he vuelto a casa, porque quería dar una contribución». Fue maravilloso ver su reacción y la forma en que interactuó con todos en Karma Kitchen. ¡Nos trajo tanta alegría con ese pequeño acto espontáneo!
Otras personas del pueblo también vinieron al evento, y eso creó una atmósfera hermosa y diversa. Peregrinos, lugareños, gente de otros pueblos y ciudades, todos se mezclaron sin esfuerzo.
Mientras cerrábamos la velada con la casa llena, -de gente y sonrisas-, fuimos testigos de otros pequeños actos de amor, como el de Pablo, un vecino que decidió venir en silencio al final para ayudar a limpiar el espacio. Compartió cómo para él: «estos eventos son muy necesarios. Puedes explicárselo a la gente, pero hasta que no lo vives no puedes entenderlo del todo, y saber que es posible. Siempre creí que estas cosas eran posibles’.
Después de todo, Quique, uno de nuestros voluntarios más comprometidos, también compartió lo que sentimos: «La magia se revivió en el Camino de Santiago en el Albergue Municipal de Agés, cerca de Burgos. KarmaKitchen, un experimento de altruismo, comunidad, abundancia y conexiones de corazón a corazón . Otra forma de relacionarse es posible. De la escasez a la abundancia, de la transacción a la confianza, del aislamiento a la comunidad, del consumo a la contribución». Y Silvia, nuestra anfitriona: «Ayer fui muy feliz. Me disteis mucho oxígeno, mucha paz. Confío profundamente en el universo y ayer la vida me dio razones para seguir confiando’.
Todos dejamos el espacio con mensajes que desplegarán su magia en el desarrollo de nuestras vidas. ¡Gracias a las raíces y a las alas que ayudaron a que otro Karma Kitchen se hiciera realidad!